Cuando el evento no entiende de adversidad: nuevos escenarios para un mismo objetivo

Cuando hablamos de la figura del event manager corporativo hablamos de detalle, estrategia, compromiso, excelencia y capacidad de adaptación. Somos un perfil profesional que no entiende de retos si no de objetivos y este año sin duda el objetivo ha sido hacer eventos con la máxima seguridad que nos define. Pero ahí hemos estado, de nuevo como transmisores de objetivos de nuestras organizaciones, demostrando que los eventos son excelentes herramientas de marketing y comunicación.

Si bien la capacidad de adaptación forma parte del adn de todo event manager corporativo, este año de pandemia ha sido imprevisible, y ante el deber y responsabilidad por cumplir con todas las restricciones, cambiantes cada 15 días, nos hemos encontrado con la necesidad de la reunión , que ha demostrado que la interacción no entiende de rayos catódicos ni de conexiones de alta velocidad, si no de apretones de manos, brindis y face to face.

Este año sin duda hemos vivido la incertidumbre en estado puro, pero hemos sabido leer entre las líneas de la debilidad la oportunidad de demostrar que la reunión va más allá de una pantalla.

No hemos podido organizar eventos como los entendíamos hasta ahora pero sí hemos mantenido nuestro adn como transmisores de objetivos, y es que no solo es posible organizar eventos aunque la situación requiera de condiciones especiales si no que es necesario. La incomprensión por no poder organizar convenciones de más de 10 personas pero sí asistir al cine en salas con su aforo al 30 por ciento quedando en 350 personas, nos ha descubierto nuevos venues, ha llamado sala de reunión al teatro, al cine, a la sala de espectáculo. Sí, hemos podido organizar eventos reinventando escenarios, organizando desde museos en pasillos de almacén, reuniones en garajes al aire libre, o una presentación de ventas entre chisteras de mago para que el teatro nos brinde la oportunidad de reunirnos.

De nuevo, hemos convertido en oportunidad la debilidad, hemos aprendido nuevas lecciones como la nueva manera de presentar, la nueva norma de los valientes, para algunos inconscientes, cambiando de escenario y nombre lo que al fin y al cabo quería ser reunión.

Hay event managers, no tantos como merecedores, que este año de pandemia hemos podido organizar eventos mientras el desánimo asomaba viendo cómo nuestros compañeros de profesión observaban como áreas de la compañía asumían nuestras funciones. Pero después de infinitos eventos virtuales, las excelentes métricas de medición han demostrado como la cantidad del inicio del evento versus la calidad con el público asistente no entiende de conexión por cable si no de personas. El engagement no entiende todavía de virtualidad, y pese a que la calidad versus la cantidad ha llegado para quedarse, y aunque seguro vamos a ser más selectivos a la hora de convocar los públicos a nuestros eventos, tanto las organizaciones como los trabajadores están deseando volver a conversar presencialmente, vivir la experiencia del directo y la naturalidad de la conversación. Mientras tanto, los event managers seguiremos ofreciendo nuestras mejores soluciones para que las reuniones sigan reconociéndose como herramientas clave en la comunicación de las organizaciones, y un aliado imprescindible de los departamentos de marketing de nuestras compañías.

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